Clase, extensión o la apuesta exitosa de doparse en la MLB

A los clubes poco importa historial a la hora de dar contratos

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Si cuando Emmanuel Clase ingirió a finales de 2019 el anabólico boldedona, que aporta más fuerza y masa muscular y que está prohibido por Grandes Ligas y el deporte olímpico, lo hizo pensando en que se jugaba la lotería entonces el fin de semana pasado confirmó que la apuesta fue correcta, si se mide en papeletas verdes.

Clase, un relevista que hizo 741 lanzamientos de 100 o más millas por hora en 2021 o el 70% de sus pitcheos, firmó en 2015 con los Padres cuando tenía 17 años por un bono de US$125,000; en 2018 fue transferido a Texas con quien debutó en la MLB en agosto de 2019 y en diciembre de ese año pasó a los Indios. ¿Dudaba la industria de su talento, se le acababa el tiempo?

En Cleveland vio que se jugaba todas las cartas y esta era su oportunidad, por lo que había que dejar el pellejo en esos entrenamientos de 2019, que fueron interrumpidos por la pandemia. Entonces, el primero de mayo, cuando se desconocía fecha de volver a jugar con el mundo confinado, la MLB informó que el nacido en Río San Juan quedaba suspendido por 80 partidos, lo que lo sacó de esa campaña 2020 y le evitó ganar US$206,000.

Purgada la sanción, el derecho intimidó al bateo de la MLB en 2019 con una efectividad de 1.29, WHIP de 0.96 y 2.11 de FIP en 69.2 entradas de 74 ponches y solo 16 boletos con 24 rescates. Los Guardianes (nuevo nombre del equipo) acaban de premiar esa actuación con una extensión de US$20 millones por cinco años, una cifra que se veía lejos hace apenas dos años cuando ninguna publicación lo colocaba entre los mejores prospectos del juego, ni siquiera dentro de los primeros 10 de su organización.

Clase apenas tiene un año y 59 días de servicios, en 2022 y 2023 jugaría por un salario ligeramente mayor al mínimo y en 2024 iría al arbitraje cuando tocaría los siete dígitos. Pero su potencial es enorme y en Ohio le interesa para la próxima ventana de oportunidades.

Un patrón

Clase es una muestra más de lo solo que parece estar Grandes Ligas con relación a los equipos en la lucha contra el dopaje que inició en 2003. A los clubes parece importarle poco el historial negativo en los laboratorios de los jugadores cuando hay algún talento explotable.

En noviembre, antes del cierre de 99 días, los Mets firmaron al jardinero dominicano Starling Marte por un pacto de cuatro años y US$78 millones en lo que marcó el aterrizaje del villamellero en la agencia libre.

En abril de 2018, Marte fue suspendido por 80 partidos por encontrarse en su orina nadrolona, otro anabólico prohibido, mientras jugaba para los Piratas y perdió US$2,1 millones.

La semana pasada se integró a los Tigres el derecho Michael Pineda, que llega a Detroit con un pacto de US$5,5 millones más incentivos. Pineda fue sancionado con 60 juegos en 2019 antes de comenzar a cumplir un contrato de US$20 millones por dos años con los Mellizos por hallarse en su cuerpo hidroclorotiazida,  un diurético que aumenta la frecuencia de orinar y ayuda a bajar de peso.

Antes que Marte y Pineda, nueve jugadores dominicanos que fueron suspendidos por violar el programa de dopaje de la liga y llegaron a la agencia libre entre 2007 y 2021 consiguieron contratos por valor de US$378,150,000, una cifra que despeja cualquier duda en torno a la visión de los dueños de clubes con relación al tema.

Nadie ha recuperado su imagen mejor que Nelson Cruz, castigado por figurar dentro de la operación Biogenesis en 2013. Cruz ha pactado después de cumplir su sanción contratos por valor de US$119 millones entre Baltimore, Seattle, Minnesota y Washington.

Melky Cabrera negoció US$60 millones, Jhonny Peralta US$53 MM y Bartolo Colón US$44,2 MM.

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