Elon Musk provoca terremoto con compra Twitter

Musk había dicho en días previos a su llegada que no convertiría la red en un infierno anárquico

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La compra de la red social Twitter por el magnate Elon Musk se ha convertido en una de las noticias más comentadas del año y ha puesto sobre la mesa cuestiones como hasta dónde debe llegar el control de contenidos y cuáles son los límites a la hora de rentabilizar las redes sociales.

Nacida en 2006, la red del pajarito no es la más importante del mundo en número de usuarios (237 millones en 2022, frente a los 3.600 millones de Meta o los 2,000 millones de Instagram), pero se ha convertido en una herramienta esencial de comunicación para el mundo político y periodístico y hasta ha dado lugar en varios idiomas a un nuevo verbo (tuitear).

El proceso de compra de Twitter fue de entrada caótico, ya que Musk acordó un pago de 44,000 millones de dólares y luego trató de rebajarlo, lo que hizo que la compañía lo denunciara por incumplimiento de contrato.

La denuncia llegó a un tribunal especializado, pero un día antes de que arrancase el juicio, Musk escribió en su cuenta “el pajarito ha sido liberado”, y fue su manera de anunciar que formalizaba la compra.

Un lavabo y miles de despidos

El primer día en que Musk puso los pies en la sede de Twitter en San Francisco, entró con un lavabo en las manos y escribió “Let that sink in” (Asumámoslo), pero ese juego de palabras escondía apenas la insinuación de que llegaba a la red con intención de “limpiarla”.

Esto se tradujo en despidos de cinco de sus principales ejecutivos y de aproximadamente la mitad de la plantilla de 7,500 personas en todo el mundo -nunca se hizo oficial el número exacto-, junto a mensajes de que los restantes deberían dejarse la piel y “trabajar muchas horas a alta intensidad” para sacar adelante las nuevas ideas de Musk, fueran las que fueran.

Ese último mensaje más las repetidas proclamas de que Twitter estaba demasiado atenazado por la autocensura y el control de contenidos hizo que muchos más trabajadores se marchasen voluntariamente y denunciaran que la red, sin filtros de control, se llenaría de mensajes de odio.

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