Venezolanos celebran el día de los Santos Inocentes

Los días 28 los hacendados daban la jornada libre a los esclavos, que se vestían con su ropa de faena en un festejo que les permitía además burlarse de sus amos

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María Martínez marca el ritmo con un baile de pasitos cortos y una gran bandera que va ondeando por las calles de Caucagua, un pueblo de Venezuela que celebró este miércoles la centenaria fiesta que iniciaron los esclavos en su único día de libertad.

Es la Parranda de los Santos Inocentes, que se celebra el 27 y 28 de diciembre en la fecha en la que la religión católica conmemora la matanza ordenada por Herodes de todos los niños menores de dos años en Belén, con el objetivo de acabar con el recién nacido niño Jesús.

Y con el tiempo se convirtió también en una fecha en la que la gente se gasta bromas en América Latina.

Caucagua, ubicado a 76 km de Caracas, sigue además una tradición que se remonta unos 200 años a las haciendas de cacao de la colonia. Los días 28 los hacendados daban el día libre a los esclavos, que se vestían con su ropa de faena acompañada de sombreros con frutas y sacos.

Era un festejo que les permitía además burlarse de sus amos.

La festividad -postulada a la lista patrimonial de la Unesco- comienza con una suerte de procesión carnavalesca, con figuras como la abanderada María al frente, junto con las autoridades de su cofradía, todas mujeres, y escoltadas por una afinada banda de percusión y metales, que toca un pegajoso merengue apambichao.

A su lado van la gobernadora y la presidenta de la agrupación de Pantoja, la más tradicional. “Si yo me paro, los músicos se tienen que parar y todo aquel, porque yo soy la que mando. ¡Si yo no camino no hay vida!”, dice risueña a la AFP esta mujer de 54 años y “cargando la bandera desde los 14”.

Los “boleros” van alegrando la procesión, bailando, brincando, pegando alaridos y pidiendo dinero a quien se les atraviese. Especie de bufón, representa también a ese esclavizado que se burla de su amo. Quienes lo encarnan pintan su piel de negro con aceite y carbón y la lengua de rojo para emularlo.

“Nos pintamos para diferenciarnos de los jefes, de los blancos, los españoles”, explica José Méndez, un comerciante de 52 años. “Estoy vestido de cogedor de cacao, con mi vara, mi machete (de madera) y el macuto”, una bolsa tejida.

La parranda se celebra por bandos: el del sector Pantoja y el de la calle La Línea, que se cruzan en la plaza, sus abanderadas se abrazan y recorren el pueblo en fiesta.

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