Cuando un hermano se va – El Profe Show

La muerte siempre nos sorprende. Desde que nacemos sabemos que el final está escrito, sin embargo, por más que estemos conscientes de este desenlace, el dolor y la sensación de soledad que acompaña a este momento nos desarticula.Acabo de perder a mi hermano José Alberto. Hace ya unos años que, debido a su enfermedad, estábamos

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La muerte siempre nos sorprende. Desde que nacemos sabemos que el final está escrito, sin embargo, por más que estemos conscientes de este desenlace, el dolor y la sensación de soledad que acompaña a este momento nos desarticula.

Acabo de perder a mi hermano José Alberto. Hace ya unos años que, debido a su enfermedad, estábamos previendo que en cualquier momento podría suceder y hasta muchas veces, en mis visitas a su casa, habíamos hablado y enfrentado la difícil separación. El golpe no ha sido menos duro.

La ausencia, el saber que ya no estará, que solo las cosas que deja te hablarán de su paso, que vivirás de los recuerdos, de momentos que atesoras y de las historias vividas juntos te sirven para continuar el camino hacia el reencuentro.

Sentencia obligada de todo aquel que viene a este mundo. Tiempo contado. Sabiendo que la vida es un soplo y que tenemos solo el tiempo para ser felices nos empeñamos muchas veces en perderlo en nimiedades o persiguiendo falsos horizontes.

La vida, la muerte, entrañables misterios. Mi hermano quería volver a reunirse con los suyos, los añoraba, me consuela pensar que ahora estarán juntos en ese Todo inexplicable a la luz de la razón.

José Alberto: la bondad y el amor conjugados, mi hermanito querido que todo me lo celebraba y que un día me confesó le había pedido a Dios morirse primero para no pasar por el dolor de despedirme.

La vida es un recomenzar cada mañana, un cambio permanente, los que vamos quedando sentimos en esta soledad que estas ausencias amadas nos desgarran y dejan profundas cicatrices. Seguimos caminando, pero sabiendo que algo dentro ha muerto para siempre, que ya nada será igual, que nos han robado parte del corazón, que tenemos que reinventarnos y soñar con ese mañana donde nos encontraremos todos. Creo en el reencuentro, Dios será el puerto de llegada para ese descanso definitivo donde los amores serán uno solo e infinito.

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Me refugio en el silencio, no dejo de llorar y sé que lentamente iré mitigando ese dolor y lo convertiré en alegría, tengo todo el poder para hacerlo. Lo que no puedo ni debo es refugiarme en la pena, eso es de cobardes, de vencidos.

Cuando tambalee mi fortaleza recurriré a los grandes instantes vividos juntos, a su alegría, a su constante celebración, a sus abrazos de ternura, a su mirada de hermano repleta de cariño y amor.

Qué dicha haber tenido un hermano cómplice de tantas aventuras; celebramos y lloramos juntos episodios que marcaron nuestra existencia, nos dimos apoyo y eso solo vale los años a su lado.

Solo mueren los que se olvidan he dicho muchas veces y, tal como me dijo una amiga, de hoy en adelante vivirá en mí y lo convertiré en una amorosa celebración.

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