La doña del avión – El Profe Show

El problema viene cuando no logran controlarlo y hacen de la travesía una pesadilla para todos.Se entiende perfectamente: el hombre no fue diseñado para volar, por lo que el aire no es su elemento. No es natural sentirse cómodo volando, pero hemos logrado cierto nivel de confianza quizás porque las estadísticas indican que transportarse por

0 35

El problema viene cuando no logran controlarlo y hacen de la travesía una pesadilla para todos.

Se entiende perfectamente: el hombre no fue diseñado para volar, por lo que el aire no es su elemento. No es natural sentirse cómodo volando, pero hemos logrado cierto nivel de confianza quizás porque las estadísticas indican que transportarse por avión es más seguro que moverse en cualquier calle de Santo Domingo, por lo que cada vez más personas utilizan el transporte aéreo para grandes y cortas distancias.

Cerca de 12 millones de personas se transportan por avión todos los días. Yo fui una de ellas en un vuelo corto el otro día.  El avión, de una aerolínea low cost, venía casi lleno, entre algunos turistas y dominicanos.

Detrás de mí se sentó una familia de tres. Asumo que eran familia porque el chico le decía mami a la doña y la doña le decía mi amor al hombre. El primer inconveniente fue el tamaño de los asientos.  Parece que la aerolínea también ahorra espacio porque los asientos están hechos para chinos delgados.  Si eres un poco llenito o pati largo lo vas a pasar muy mal con el espacio disponible.

Pues la doña en cuestión y “mi amor”, eran de los primeros. La señora se pasó los primeros quince minutos quejándose de su suerte por haber tenido que comprar los pasajes en esa “porquería” de aerolínea donde no podía acomodarse.  Entre gruñidos y pleitos con el hijo que no dejaba de reírse a carcajadas parece que logró sumirse lo suficiente para embutirse en el asiento del avión.

Desde que inició el carreteo de despegue, ella comenzó con el rosario. Uno muy particular, porque de vez en cuando incluía malas palabras que no permitía que completara el Ave María. Parece que atrajo las maldiciones que tanto quería evitar y a los pocos minutos comenzaron las turbulencias… y los gritos de pánico de la doña.

No eran gritos cualesquiera, eran verdaderos chillidos de terror, como los de las películas. En un primer momento pensé que “mi amor” había decidido acuchillarla.  Temí lo peor. La gente solo se miraba sin saber qué hacer. Hasta el más experto viajero se aprieta el cinturón y se acuerda de un par de santos cuando se atraviesan turbulencias. Así que el griterío de la doña, con razón o no, solo agregaba incomodidad a un momento realmente incómodo.

Cuando finalmente se callaba, a seguidas comenzaba a pelear a todo volumen con el hijo que se reía a carcajadas del ataque de pánico de su madre y la grababa con su cámara.  Entre amenazas de trompones, dos avemarías, tres maldiciones al piloto, al avión y a la aerolínea, pasó la primera hora de viaje.  Cada vez que la aeronave se movía un chin, comenzaba el show.  ¿Y “mi amor”?  ¡Bien gracias!  quizás harto y acostumbrado al pánico a volar de la doña ya no le hacía caso. Como mucho, le llamó la atención par de veces al hijo para que no “enchinchara”, pero no más. 

Artículos Relacionados

Los que estábamos más cerca del trío nos sentíamos parte de un experimento social.  De los nervios que me provocó la doña se me metió un dolor de cabeza que no me dejaba enfocar, la señora de al lado temía no poder extraerse los iPods de tan hondos que se los metió en los oídos intentando no escuchar.  Comenzamos a rezar para que el avión aterrizara lo más pronto posible. 

Cuando el piloto pidió a la tripulación que se prepararan para aterrizar, la gente comenzó a aplaudir. Fue un aplauso espontáneo, mezcla de alivio y agradecimiento porque a pesar de la doña, llegamos con bien.

Cuando finalmente nos fuimos levantando para salir, echo el ojo hacia atrás. La doña estaba muy tranquila, como si no fuera con ella. Un pasajero no aguantó y mirándola a los ojos le sugirió “empatillarse” para la próxima. Otro le dijo medio en broma, medio en serio a “mi amor” que procurara amarrarla, mientras otro le recordó que no era obligado viajar

Como ella había logrado que afloraran mis instintos asesinos no dije nada, pero más tarde, ya más tranquila, me quedé pensando en lo duro que debe ser tener que realizar cosas que te provocan ese nivel de pánico y descontrol. Quizás existan formas o ejercicios para controlarlo y que cada experiencia sea más fácil para ella y los demás. No quisiera coincidir con ella en ningún lado, pero ahora que me puse en su lugar, la respeto.

,

Deja un comentario