El viaje de los sueños – El Profe Show

Todos hemos compartido, al menos con la almohada, una serie de destinos y lugares que queremos conocer antes de cerrar los ojos. Poder conocerlos es un sueño de los que se hacen realidad.En mi caso, comencé a soñar con Italia desde que era jovencita y ojeaba, embelesada, un libro de texto que se llamaba Historia

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Todos hemos compartido, al menos con la almohada, una serie de destinos y lugares que queremos conocer antes de cerrar los ojos. Poder conocerlos es un sueño de los que se hacen realidad.

En mi caso, comencé a soñar con Italia desde que era jovencita y ojeaba, embelesada, un libro de texto que se llamaba Historia del Arte y de las Civilizaciones. Me parece que lo daban en 8vo. curso. Me gustaba tanto el libro que al momento de intercambiarlo por el del próximo curso (difícilmente teníamos libros nuevos en mi tiempo), lo guardé y me quedé con él sin decírselo a mi madre.

No sé cuantas veces lo leí y repasé mirando admirada los cuadros, las esculturas y las grandes edificaciones que contaban la grandeza de las civilizaciones antiguas.  Todavía me imagino mirando las pirámides en Giza, me veía caminando por los jardines colgantes de una desaparecida Babilonia y admirando los frescos de la capilla Sixtina. Hay gente que se deslumbra ante los edificios modernos. No es mi caso. A mí me gusta ver piedras y mientras más viejas, mejor. Por eso, Italia, Grecia y Egipto están en mi “bucket list”.

Durante muchos años pospuse el viaje de mis sueños. Cosas más importantes relacionadas con las hijas, la familia y el hogar imponían precedencia. En esos años de crianza en solitario, los gastos se sobreponían a los gustos, pero el deseo siempre estaba, esperando el momento.

¡Y se me dio! Tuve que esperar que se graduaran las niñas, que se limpiaran las tarjetas y que se alinearan los planetas, ¡pero se me dio! Con una excelente amiga, viajera impenitente y experta en organización de viajes, armamos nuestro tour por Italia.

La realidad es que fue más de lo que había imaginado, hasta para mis pies. El Coliseo nos esperó de noche iluminado en todo su esplendor. Lleno de “arrugas”, se yergue majestuoso, imperturbable ante el paso del tiempo (casi dos mil años) y de los elementos. Habrá visto pasar de todo en 20 siglos de historia.

Es difícil caminar dos cuadras en Roma y no encontrarte alguna edificación que no hayas visto antes por fotos o en películas. Es una obra de arte convertida en ciudad. La mítica Fontana de Trevi, las escalinatas de la Plaza España, las colinas donde inició todo, la maravilla arquitectónica del Panteón, te van dejando una sensación de azoramiento. Siglos de historia en pocos cuadrantes, la maravilla del ingenio humano que trasciende el tiempo y millones de visitantes cada año.

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El Vaticano, sus museos y la majestuosidad de la Plaza de San Pedro no dejan a nadie indiferente. La capilla Sixtina te atrapa. Afortunadamente teníamos un guía que nos iba explicando lo que estábamos viendo porque era demasiado para apreciar por uno mismo. ¿Cuándo nacerá otro Miguel Angel que maraville al mundo?

Florencia nos dio la bienvenida con una granizada épica, pero luego nos permitió visitarla despacio debajo de un cielo encapotado. Suficiente para que pudiéramos apreciar su impresionante “Duomo”, una obra maestra del arte gótico y del primer renacimiento italiano. El mármol desafía el tiempo y la ingeniería y a las esculturas solo les falta hablar. Te explican del síndrome de Stendhal y lo entiendes perfectamente. Es imposible absorber tanta belleza sin sentir que el corazón se te va a salir del pecho.

Venecia no defrauda y es mucho más que canales. Un conjunto de islas unidas por puentes y llenas de maravillas. La catedral de San Marcos, el campanario y un reloj que ha dado la hora por siglos con una precisión milimétrica te dejan analizando si la civilización, tal como la conocemos hoy, ha ido involucionando. A pesar de los “avances” de la modernidad, parece que no somos capaces de construir una acera, una pared, que dure más de dos años. 

De paso por Pisa, en yate por Capri, y paseando por las ruinas de Pompeya, te detienes a pensar que la vida puede cambiar en un minuto. Miles de personas estaban trabajando, caminando, haciendo su vida cotidiana cuando el Vesubio hizo erupción aniquilando todo a su paso en el año 79 d.C.  Todavía hoy siguen escarbando bajo las cenizas y siguen encontrando vestigios de una gran ciudad que quedó detenida en el tiempo.

Pompeya me hizo pensar. Todo puede acabar en un minuto, hasta los sueños.

Si me lees hoy, te invito a que revises tu lista de cosas por hacer, de sueños por cumplir y ponte en eso. Si tienes la posibilidad, no los detengas. De esta tierra nos vamos todos, unos antes que otros, pero nadie nos puede quitar lo bailado…ni lo viajado.

¿Cuál es el viaje de tus sueños?

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