¿Qué hacer luego de una infidelidad?

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En el mundo de las relaciones comprometidas hay muchas infidelidad —llámense noviazgos, amasiatos o matrimonios— todo es risa y diversión hasta que uno de los dos descubre que su pareja le está poniendo, o le puso, el cuerno. La forma de enterarse no es nada novedosa.

Pudo haber sido a través de ese fatídico momento en el que se ilumina la pantalla del celular ajeno con un mensaje entrante, de una persona desconocida, que agradece con cariño la gran noche que pasaron el día anterior. Quizá fue un tercero que descubrió infraganti al traidor y decidió comunicárselo a la víctima. También una incisiva sospecha que nace de cambios súbitos en el comportamiento cotidiano de uno de ellos. Ligeras variantes en su humor y en su rutina que desatan la inseguridad del cónyuge y lo orillan a hurgar entre cuanto material encuentre para desenmascarar el acto. A veces, de forma inesperada, es la propia pareja que confiesa su engaño.

Muchos de nosotros hemos estado ahí y quienes no, tarde o temprano lo estarán. El resultado sigue siendo el mismo: la más pura devastación anímica. Una estructura de Jenga, con todo lo que construimos al lado de otra persona, que, de un segundo al otro, se colapsa. En el papel, como dicen los analistas de deportes, lo ideal es terminar esa relación, pero no es tan fácil. Existen varios de factores que considerar antes.

El sobreponerse a una infidelidad es un asunto tan grave y delicado, que jamás nos atreveríamos a tratarlo con ligereza. Sin embargo, lo que sí podemos hacer es sugerir una guía de tres acciones prácticas que considerar inmediatamente después de un adulterio, como una especie de extintor que se usa en caso de incendio.

1. Buscar ayuda profesional

Probablemente la más elemental, pero al mismo tiempo la menos socorrida. Cuando uno pasa por una experiencia traumática, lo primero es que debe buscar a alguien que lo ayude a guiar sus acciones. El juicio se ha nublado por completo y una avalancha de pensamientos surca el cerebro cada tres minutos, por lo tanto, la última persona apta para tomar decisiones somos nosotros mismos. Dependiendo el caso el experto puede ser un psicólogo, psiquiatra o, incluso, un abogado. Alguien capacitado para orientar. Todo bien con los consejos de la abuela o de los cuates, pero en estos casos se necesita más experiencia curricular.

2. Respirar y no sobreanalizar

Hablando de avalanchas de pensamientos, no hay nada más nocivo que dejarse revolcar por ellos. ¿Se han preguntado por qué las ciudades del mundo se han tapizado por escuelas de yoga y meditación? Porque funcionan. Lo primero que le enseñan a los practicantes de estas disciplinas es a regresar a su centro y, para ello, lo único que hay que hacer es respirar. Cerrar los ojos y poner atención en nuestra respiración. Biológicamente lo que sucede es que le enviamos al cerebro un mensaje de que todo está bien y que puede relajar al resto del cuerpo. Con esto el dolor no desaparecerá, pero, poco a poco podemos recobrar la objetividad en la percepción.

**3. Confiar en la intuición **

Ante una revelación de esa magnitud lo primero que desaparece es la confianza y, por desgracia, es lo último que se recupera. Sin embargo, en quien sí podemos confiar es en nuestra intuición. En el fondo conocemos la realidad de lo que está sucediendo, sus causas y consecuencias. El problema es que nuestro inconsciente las sepulta en lo más profundo de la mente como un mecanismo de defensa. Es probable que la pareja nos acribille con un sin fin de explicaciones y pretextos. ¿Cómo discernir entre el universo que existe entre el cinismo, la verdad y las de mentiras patológicas? Es imposible. Pero escuchar a ese sentimiento que nos grita desde el interior es un gran primer paso.

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