Nieto de Víctor Méndez Capellán lo señala como su “superhéroe favorito – El Profe Show

El empresario Víctor Méndez Capellán, propietario del banco Vimenca y la empresa remesadora Wester Union, falleció la semana pasada a los 94 años de edad, por complicaciones de salud

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Para uno de sus nietos, el empresario Víctor Méndez Capellán, quien fundó el Banco Vimenca y la operación local de la empresa remesadora Wester Union, era un “superhéroe”, que amó a su país y luchó siempre por los dominicanos.

En una carta enviada a El Profe Show, Víctor José Pacheco Méndez, nieto del empresario, quien reside y mantiene negocios en Estados Unidos, y es el hermano mayor de Víctor Oscar (Empresa VOPM) y Víctor Miguel (Arajet), explica quién fue este reconocido hombre de negocios en su plano personal. 

Reproducimos la carta a continuación:

Mi Superhéroe Favorito

Hoy no quiero hacer un tributo al gran empresario, ni al ciudadano ejemplar que amó tanto a su país y luchó consistentemente por los dominicanos. No voy a señalar los cientos de galardones otorgados a sus empresas, ni sus innumerables obras sociales, ni el impacto que tuvo en la economía nacional por tantas décadas. Estoy convencido de que la historia reconocerá sus logros y sus aportes a nuestro país en su debido momento.

Hoy, quiero hablarles a ustedes y, sobre todo a nuestros hijos, de los tiempos cuando yo era un niño y leía sobre todos los Súper Amigos y los superhéroes de Marvel. Una era en la que tuve una serie de experiencias que me definieron para siempre, al descubrir poco a poco, la identidad de quien inevitablemente se convirtió en mi superhéroe favorito. Porque, el hombre que soy hoy y sin temor a equivocarme, los hombres y mujeres que somos toda su descendencia, hemos sido inspirados profundamente por este personaje.

Mis memorias más antiguas me recuerdan de cuando yo tenía menos de 10 años de edad, y los domingos almorzábamos sin falta toda la familia, en casa de los abuelos. A mí siempre me gustaba llegar temprano, porque antes de almorzar, podría acompañar a mi abuelo a hacer sus diligencias de rutina, y perderme de ese paseo era inaceptable. Me tocaba salir en su Mercedes Benz 500 negro, recuerdo perfectamente el olor de la piel de los asientos, la potencia del motor, no era el batimóvil, pero era la experiencia más cercana que tenía cuando niño a viajar en una nave. Además, el chofer iba manejando y yo me sentaba atrás con él, quien siempre me trató como el invitado de honor. ¡Era indudablemente, el mejor momento de mi semana!

Primero, íbamos a comprar billetes por los lados de la lotería. Siempre que llegábamos, inmediatamente nos rodeaba un mar de billeteros que se tropezaban uno con el otro por venderle a mi abuelo, todos con su paquete de billetes, vociferando sus números, como si él fuese el único comprador del día. Él siempre conseguía los números que estaba buscando, le encantaba jugar el 04, su número de la suerte, pero igual, ayudaba a los que le vendían los números que no quería. Todos le gritaban: ¡Capellán! ¡Don Víctor Méndez! ¡Mi papá! Recuerdo que yo no podía bajar el cristal del carro ni un poquito, porque sino se entraban los billeteros por el hueco.

Una vez seleccionados los billetes, el abuelo sacaba el sobre de dinero que le abultaba el bolsillo para pagar. Yo conocía ese sobre perfectamente bien, porque era el mismo que sacaba cuando íbamos los nietos a visitarlo. Sin duda, para mí ese sobre tenía mucho más poderes que las telarañas de Spiderman, ¡eso jalaba de todo! Y yo una vez le pregunté al abuelo: qué pasaría sino salía su número, ¿no tendría miedo a perder? Y él me explicó con mucho entusiasmo, que era imposible que él perdiera, porque si su número no salía, por lo menos había ayudado a los billeteros a que pudieran comer y que era su política de gratitud con quienes le ayudaron a él en el pasado. Así fue que me enteré que mi abuelo vendía billetes y quinielas cuando salió del Ejército a sus 22 años de edad.

Después de comprar los billetes, íbamos a comprar el helado para la abuela brindarlo a la familia de postre. Lo único que me sorprendía más que la cantidad de helados que comprábamos, era la cantidad de dinero que le regalaba de propina a los jóvenes que nos atendían. Y lo interesante del caso es que me daba cuenta de que los mismos se peleaban entre ellos para atendernos, siempre me encontraba ese drama detrás del mostrador de los helados muy jocoso, porque al final siempre había propinas para todos. Y las sonrisas que ellos le devolvían al abuelo, eran mil veces mas dulces que la mercancía que nos llevábamos.

Para concluir con la ruta, después de pasar a saludar rápidamente al encargado de seguridad de la oficina principal a ver cómo iban las cosas, pero antes de llegar a la casa, mi abuelo siempre daba muy buenas limosnas a unos que otros limosneros que lo esperaban en las esquinas con semáforos. Una vez le pregunté al abuelo: ¿Por qué tú le das dinero a ellos todos los domingos? A lo que me respondió: “Es que son personas que la vida los ha golpeado y si yo puedo cambiarles un poco la suerte, lo hago”. Yo no sé a cuántos les cambió la suerte, ¡pero a todos les cambiaba el menú del día!

Ni hablar, que cuando llegábamos de regreso a la casa, que ya estaba llena de tíos y primos, el sobre de dinero se encontraba mucho más reducido de tamaño, pero el niño que se desmontaba de aquella nave era siempre muy diferente al que se había montado. Muchas veces me quedaba escuchando a los adultos hablando en vez de jugar con los primos, pues quería seguir disfrutando de las interacciones de mi abuelo, estudiando las formas de este Clark Kent que hacía poco estaba de Superman para tantos extraños en las calles. Con los años, estas experiencias de los domingos resultaron ser cursos intensivos en generosidad, gratitud y humildad por parte de quien rápidamente empecé a ver como mi héroe, o mejor dicho, mi superhéroe favorito.

Todos tenemos héroes o ídolos que nos inspiran a ser mejores personas y nos sirven para moldear nuestras propias vidas basada en las virtudes que reconocemos en ellos. El diccionario Merriam-Webster define a los superhéroes como: un héroe de ficción que posee poderes extraordinarios o super humanos; también como una persona excepcionalmente hábil y exitosa. Y mientras no pretendo declarar que mi abuelo fue una persona sin defectos, ni fracasos, pues tuvo mucho de ambos, sí pretendo enfocarme en resaltar aquellas habilidades super humanas que todos ustedes habrán podido presenciar al compartir con él y las que tengo toda una vida tratando de desarrollar.

Todos los superhéroes tienen super poderes, los del abuelo incluían entre otros: la Gratitud, la Humildad, la Paciencia, La Prudencia, la Disciplina, la Lealtad y, sobre todo, una mente positiva hasta más no poder.

Seguramente he olvidado muchísimos detalles de aquellos tiempos formativos, pero lo que sí recuerdo con claridad es aquel sentimiento que me embargaba cada vez que alcanzaba ver a mi abuelo, en cualquier escenario. Aquel hombre alto, elegante y de pelo blanco bien llevado, con una mirada intensa y profunda, y una sonrisa cálida, capaz de calmar cualquier miedo de quien la recibiera, de manera instantánea. No usaba una capa ni traje de hierro, pero definitivamente, ¡ese era el hombre que yo quería ser!

Puede que ese sentimiento que sentía yo sea muy familiar para todos ustedes, porque cada vez que él saludaba a alguien, lo hacía con una energía tremenda y con tanto cariño y deferencia con todo el mundo. Y nunca dejaba pasar un segundo antes de propinarle a quien sea, algún complemento que le alegrara el día, o que le agradara con algún regalito, ya sea en efectivo o en mentas o en otras especias.

Puede que haya sido porque siempre que hablaba, lo hacía con un propósito especial. Siempre tenía alguna lección de vida que quería enseñar, o alguna noticia importante que quería compartir. Yo recuerdo perfectamente que nunca me trató como un niño a pesar de mi corta edad en aquellos tiempos que me inspiró, siempre hablamos de hombre a hombre. Cada vez que alguien se despedía de él, siempre lo hacía sintiéndose mejor que cuando llegaron a verlo. ¿Cuál era esa magia que tenía el abuelo?

Con los años, lo que fue siendo evidente para mí es que lo que más me llamaba la atención de la persona de mi abuelo era ese positivismo contagioso. El hombre siempre estaba bien, nunca caído, nunca débil, aunque se estuviera muriendo por dentro, esa misión de agregar valor a todo el que se le acercaba se cumplía siempre. ¡No había kriptonita que lo impidiera! ¡Un superhéroe!

Al final, la grandeza de un ser humano se mide en la cantidad de personas que impactó de manera positiva durante su vida. Los invito a ver en las redes las reacciones a la noticia de su partida. Ver a tantos extraños en distintas partes del mundo, hablar de mi abuelo con tanta admiración, cariño y respeto es el mejor regalo que nos ha dado. Por cierto, curioso que en ese día de los enamorados un usuario de Twitter bastante ocurrente de tantos que leí decía en su tweet: “No hay amores a larga distancia que sobreviva sin Vimenca.”

Me empujo todos los días de sol a sol, observando las enseñanzas del abuelo, a ver si ustedes, mis hijos, experimenten algún día en el futuro distante, eso mismo, que cuando algún extraño le hable de mí en cualquier parte del mundo, que esas palabras les llenen sus pechos de orgullo y sus ojos de lágrimas de alegría, como me ha pasado a mí por mi abuelo tantas veces.

Una vida tan plena como la de mi abuelo, nunca pudiera ser producto de improvisaciones, hay que madrugar a trabajar, hay que ser un ser humano de buenos sentimientos, de empatía por los demás, de disciplina inamovible, de mucha fe y espíritu de triunfador, y decidir serlo a todas las horas de todos los días. Ustedes ninguno me dejan mentir, lo veían al pie del cañón todos los días sin falta.

Como todo superhéroe, inspiró, ayudó, rescató, protegió, construyó y amó sin descanso. Hoy le digo un hasta luego, que sigo y seguiré viviendo mi vida emulando su ejemplo siempre y que espero que donde sea que esté, se sienta muy orgulloso de su legado. Y como en las películas de superhéroes, estos al final siempre se quedan con la chica. Sí, siempre hay una chica. Justo antes de caer el telón, en un día de San Valentín, vi a mi superhéroe favorito regresar a los brazos del amor de su vida. Abrazados con la misma ternura de siempre, dos almas en una, disfrutando juntos los frutos de toda una vida de sacrificios, de lucha con dignidad y de mucho amor incondicional, por una familia que hoy se compromete a celebrarlos, viviendo nuestras vidas siempre en honor a ellos.

Gracias por tanto mi socio querido. ¡Besos a la abuela! ¡Hasta pronto!!

Víctor José Pacheco Méndez 

16 de Febrero, 2023

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