La personalidad del verbo ‘haber’

En esta Eñe vamos a seguir, a contracorriente, haciendo gala de impersonalidad. Si la semana pasada hablábamos de verbos relacionados con los fenómenos atmosféricos, hoy nos vamos a dedicar a uno de los usos impersonales por excelencia: las oraciones impersonales que se construyen con el verbo haber. Y a todos nos va a venir muy

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En esta Eñe vamos a seguir, a contracorriente, haciendo gala de impersonalidad. Si la semana pasada hablábamos de verbos relacionados con los fenómenos atmosféricos, hoy nos vamos a dedicar a uno de los usos impersonales por excelencia: las oraciones impersonales que se construyen con el verbo haber.

Y a todos nos va a venir muy bien repasarlas porque todos sin excepción (aunque espero que alguien ande por ahí todavía que no) nos resbalamos con estas.

En este tipo de oraciones el verbo haber se usa como impersonal en tercera persona (¡ojo con esto!) del singular (¡y con esto también!). Insisto, tercera persona del singular del verbo haber: hay, habrá, habría, hubo, había, haya, hubiera o hubiese, si nos limitamos a las formas simples de este verbo.

El Diccionario de la lengua española registra seis acepciones del verbo haber como impersonal. Repasemos una con ejemplos de uso que nos servirán para practicar su empleo correcto. Si seguimos el orden del DLE, nos encontramos con la acepción ´ocurrir, acaecer, suceder´.

Con este significado haber es impersonal, es decir, se conjuga sin sujeto: Ayer hubo un accidente en la autopista. Recordemos que el sintagma un accidente es el complemento directo del verbo haber, no el sujeto. Hasta aquí vamos bien.

Lo peliagudo empieza cuando queremos utilizar un complemento directo en plural; cuando no es un accidente, sino varios: Ayer hubo tres accidentes en la autopista, y no, nunca, jamás, Ayer hubieron tres accidentes en la autopista.

Si esto es con la primera de las acepciones de haber impersonal registradas en el diccionario, ¿qué será con las otras cinco? Dejemos las restantes para continuar enero con impersonalidad y maravillándonos con la riqueza apabullante de nuestra lengua.

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