Gabriel García Márquez murió un jueves santo de hace diez años

El Nobel de Literatura hubiera cumplido 97 años este mes de marzo

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Si “Cien Años de Soledad” fue una de las obras más reconocidas -y queridas- de su producción literaria, tal vez quiso el destino que el escritor colombiano falleciera un jueves santo, de hace ahora diez años al igual que Úrsula Iguarán, uno de los personajes de ficción claves de esta novela e inspirada en su abuela materna. 

Gabriel José de la Concordia García Márquez nacido en Aracataca, Colombia, el 6 de marzo de 1927 -pero que vivió, escribió y murió en México- había sido criado por sus abuelos maternos, personajes que marcaron su vida: su abuelo, el coronel Nicolás Márquez, fue un veterano de la guerra de los Mil Días, y cordón umbilical del futuro escritor entre realidad y ficción.

Mientras que su abuela, Tranquilina Iguarán, fue fuente de inspiración con sus fábulas e historias familiares, en esa visión mágica y supersticiosa de la realidad que después plasmaría como escritor. 

Lo fascinante de este colombiano universal es que no sólo vive en la realidad, sino que la eleva al subconsciente, desata tabús, supersticiones, fantasmas, mitos y cosmogonías “que llevamos dentro los caribeños” -decía García Márquez-, y nos hace confrontar pasado, presente y futuro conviviendo con nuestros espectros, antepasados y descendientes.  

 En una de sus entrevistas Gabo llegó a decir, “los críticos construyen teorías alrededor de esto y ven cosas que yo no había visto. Responden solamente a nuestro estilo de vida, la vida del Caribe. No hay en mis novelas una línea que no esté basada en la realidad”.

Inició la carrera de Derecho, estudios que abandonó por lo que él confesó que fue su “primera y única vocación, el periodismo”.

Aun así, ha pasado a la historia por ser el padre del eso que se dio en llamar realismo mágico, por ser el único colombiano en ganar el Premio Nobel de Literatura 1982 por ser el escritor universal al que toda la humanidad confiesa haber leído con placer. 

Una trayectoria literaria que arrancó con “La hojarasca” en 1955 y concluyó en 2004 con “Memorias de mis putas tristes”, y una obra inédita que se van a publicar sus herederos. 

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Cien años de Soledad

Se dice siempre que Faulkner es el escritor que más huella dejó en García Marquéz sobretodo en la forma de narrar las historias que después él aderezaba con lo que vino en denominarse realismo mágico.

Este estilo está presente en”Cien años de soledad”, novela capital del colombiano publicada el 5 de junio de 1967 y cuya historia se desarrolla en Macondo, un pueblo imaginario y mítico donde lo inverosímil y mágico no es menos real que lo cotidiano con el que se funde y convive con total naturalidad.

Una novela cuyo primer párrafo único, ya conmueve al lector. Se puede decir que ahí está toda la novela, en ese párrafo inicial germen de su desarrollo, que convierte la novela en las ondas expansivas de ese primer párrafo, algo que solo él hace.

¿Su aportación a la literatura? La primera sería un mundo que realmente no habíamos visto a pesar de tenerlo tan cerca y con una gran capacidad, una gran calidad narrativa como para atrapar con solo algunas líneas a los lectores.

La prosa de García Márquez tiene imágenes que te quedan gravadas porque son muy fuertes y eso es parte del entramado de su escritura, que siempre provoca una lectura gozosa que tiene imán e invitan al lector a seguir metiéndose en su mundo. 

La segunda, sería ese uso del lenguaje donde combina lo erudito con lo cotidiano y vulgar (siguiendo la estela de Cervantes en el Quijote, esa obra que la primera vez que la leyó le resultó aburridísima) “Cien años de soledad”, donde hasta lo soez combina con lo más sublime y fantasioso de su realismo mágico.

Sus descripciones son inigualables y aunque sus oraciones pueden durar una página entera, la leemos con devoción. Como sentenció Neruda, esa novela era “la mayor revelación en lengua española desde el Don Quijote de Cervantes”.  

Tal vez el destino quiso que el escritor colombiano falleciera un jueves Santo, igual que Úrsula Iguarán, uno de los personajes de ficción, una de las claves de esta novela, que está inspirada en Tranquilina Iguarán, su abuela, una mujer importante en su vida, con una gran imaginación y muy supersticiosa.

Gabo había fijado su residencia en México y ejerció como corresponsal de la agencia Prensa Latina en Estados Unidos, donde recibió tanto amenazas como críticas.

“Cien años de soledad” fue escrita en México a finales de 1964, cuando se dirigía con su familia a Acapulco y le llegó la inspiración: “como una revelación, encontré exactamente el tono que necesitaba. Y el tono era contarlo como contaba las cosas mi abuela. Porque yo recuerdo que mi abuela contaba las cosas más fantásticas, y lo contaba en un tono tan natural, tan sencillo, que era completamente convincente. Y entonces no llegué a Acapulco. Regresé y me senté a escribir Cien años de soledad”. 

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Un novelista con vocación de periodista

Novelista, claro, preciso, contundente, que escribe con sencillez, transparencia y ritmo casi poético, también con la naturalidad de ese periodista que fue, Gabo publicó una larga lista de títulos como:

  • “El general en su laberinto”.
  • “El coronel no tiene quien le escriba”.
  • “Crónica de una muerte anunciada”.
  • “El amor en los tiempos del cólera”.
  • “Del amor y otros demonios”.
  • “Noticia de un secuestro”.
  • “Vivir para contarla”, libro a modo de memorias donde se identifican todos los personajes, temas y lugares de sus novelas.

Desde su abuela Tranquilina preocupado siempre del cheque de la jubilación que le tocaba al abuelo y que nunca le llegó, y su abuelo, el coronel no tiene quien le escriba. Por eso llegó a decir que no había escrito nunca una línea que no saliera de la realidad.

Gabo nos dejó ver el mundo, su realidad, de una manera diferente.

El conocido mundo de los dictadores, por ejemplo, con un foco distinto, donde los dictadores viejos, con poder o ya sin él, padecen enfermedades y son vulnerables, envejecen y lo único que esperan es tener un cheque en la mano a final de mes para sobrellevar la vejez, esa que nos reduce a todos. 

Han pasado ya 20 años desde que se publicara la última novela en vida, “Memoria de mis putas tristes” donde trasforma un tema sórdido y odiado (un viejo vividor y mujeriego que se enamora de una adolescente, una virgen) en algo más tierno, nuevamente puro realismo mágico.

El viejo llora la juventud perdida, la soledad y el olvido del ahora, su vida desperdiciada sin conocer el verdadero amor, una vida que ya anciano cambia gracias a la niña, por la que se redime.

Es esa la belleza del libro, como la inocencia de la niña tiene el poder de transformar al anciano lujurioso en una especie de caballero defensor de ideales imposibles.  

Sin embargo, el legado del autor original de Aracataca, Colombia, no terminó ahí. Tras revisar una novela que García Marquéz desechó quizás por estar ya con Alzheimer la familia consideró que los borradores contenían la esencia del escritor cautivador.

Y finalmente se editó para su publicación como novela póstuma “En agosto nos vemos”, “el libro que no terminó, pero tampoco destruyó. 

“Como escritor”, opina su hijo Rodrigo García Barcha, “seguramente no le hubiera querido que se lo publicaran porque era muy exigente, y tardaba en dar el visto bueno”.

Además, también era un libro en el que él trabajó muchos años, demasiados para que no viera la luz, quizás porque como fue sufriendo el proceso del Alzheimer, trabajó varias versiones y la última vez que lo leyó pensó que el libro no tenía sentido, quizás porque ya había perdido facultades.

Por otra parte, también sabemos que él entendería nuestras razones para publicarlo, siendo él quien era, una novela donde una mujer era la protagonista, sus lectores se merecen esta obra a juicio de quienes la han leído y valorado”. 

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