“La casa de Bernarda Alba”, una puesta en escena oscura e implacable

La pieza, que eleva el teatro local, continúa el viernes 12 y el sábado 13 en la Sala Manuel Rueda

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La casa de Bernarda Alba”, la versión tradicional presentada por Fidel López y la dirección de María Castillo, mereció aplausos de pie en su estreno el fin de semana en la Sala Manuel Rueda.

La obra final del dramaturgo español Federico García Lorca (1898-1936) es un clásico del teatro.

La última vez que se vio en escena el texto de Lorca en República Dominicana fue en 2019 en la piel de María Castillo como Bernarda Alba, en un aplaudido montaje de Patricio León, en el que el papel de las hijas eran interpretados por hombres.

En este 2024, Castillo se puso los zapatos de directora y la sombría e implacable Bernarda Alba fue protagonizada por Elvira Taveras.

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Taveras, quien se define como “lorquiana de corazón”, impuso su veteranía en una magistral actuación que fue más allá de la voz fuerte de una matriarca a la que cinco hijas le debían respeto y obediencia a pesar del rigor autoritario y del triste futuro que les aguardaba.

También lo fue su silencio, su postura estricta, rígida y la mirada profunda que infringía temor.

La mujer en la sociedad descrita por Lorca

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Las actrices que dieron vida a las hijas de Bernarda Alba también lograron excelentes actuaciones y sirvieron como espejo para mirar a cada mujer que le tocó vivir una época de transición social entre la era conservadora y las ansias de liberación.

Nileny Dippton, como Angustias, cargó con altura el peso de ser una romántica que llega a las cuatro décadas soltera, pero heredando una fortura, tiempo en el que aparece un pretendiente con el interés de desposarla, Pepe el Romano.

Vive la presión del matrimonio, pero la invade la duda entre si ha llegado el amor o la ambición. Su papel crea empatía con el espectador cuando se enfrenta a las críticas y advertencias despiadadas de sus hermanas con rastro de envidia.

Judith Rodríguez, como Martirio, hizo de esa mujer que reprimía sus deseos para proyectar la imagen y el honor familiar, y buscó defender lo que entendía correcto a toda costa.

Paloma Palacios (Magdalena), Lía Briones (Amelia) y Mary Gaby Aguilera (Adela) son los rostros de una nueva generación que se lucieron en las tablas. 

Lía Briones simbolizó a Amelia, la hija dócil y obediente, que se ajustó a las normas y expectativas impuestas por su madre y la sociedad.

Paloma fue Magdalena, la melancólica y conforme hermana que decidió aceptar su solitaria realidad y mostró oposición a casarse.

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Pero Adela, en la piel de Mary Gaby Aguilera, quien hizo una recordada actuación en la obra “Juana la loca” (2023), haciendo de la Juana joven y rebelde, mantuvo esas notas altas como la hija menor de Bernarda Alba.

Ella fue la nota insurgente, valiente, aguerrida, de espíritu libre que se enfrentó a su madre, a sus hermanas y a las normas sociales para perseguir sus propios deseos, correctos o no.

Judith y Mary Gaby lograron una de las mejores interpretaciones dramáticas en la escena de la pelea encima de la mesa por el amor de Pepe el Romano.

  • Las cinco hijas de Bernarda Alba vestían de negro absoluto, una obligación de siete años que mantuvo la matriarca para guardar el luto por la muerte de su segundo esposo.

En el segundo tiempo, Adela (Mary Gaby Aguilera) brindó otro acto de rebeldía en lenguaje no verbal. Cuando apareció en escena vestida de verde esperanza ante el estupor de las demás.

El cuadro actoral lo completaron con iguales notas altas Isabel Spencer como “La Poncia”, la astuta y observadora criada que fue el hilo conductor, la voz de la conciencia y los ojos de las paredes.

Wendy Alba (la abuela María Josefa) y La Mendiga inyectó jocosidad y la realidad de los desposeídos.

Johanna González (La Criada) era la testigo silencioso de los conflictos en “La Casa de Bernarda Alba“. Representa la voz de la servidumbre en un hogar dominado por la opresión y las divisiones de clase.

Ellas lograron las pocas notas cómicas entre tanta tensión dramática. Y es que se encargaban de llevar los chismes de todo lo que sucedía en el pueblo.

La Poncia era la más informada, porque así lo requería Bernarda Alba. 

La puesta en escena logró describir a la exactitud una casa de principios del siglo XX para ir de la mano con la época en fue escrita en 1936.

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La mesa, los objetos en madera, los crucifijos, las fotografías, la puerta, hasta las paredes reflejaron una vida marcada por la tristeza y el que dirán en tres actos.

En esa mesa, Elvira Taveras brindó otra actuación memorable al forzar el orden y el control entre las hermanas que sacaron las garras haciendo resonar golpe a golpe su bastón.

El final

Si bien es una obra clásica con una historia conocida, el final nunca deja de ser impactante y cada actriz le imprime su sello.

El amor por Pepe el Romano fue el punto de quiebre en la relación de unas hermanas no correspondidas en el amor.

“Ser mujer es una maldición en este pueblo” en las voces de unas resignadas Amelia y Magdalena pusieron en contexto el grito de esa sociedad injusta para las féminas en la visión de Lorca dejada para la posteridad.

  • La muerte llegó a la Casa de Bernarda Alba… otra vez. Ante la partida de la hija más rebelde. Elvira Taveras cerró con un parlamento impactante y sombrío la dramaturgia de Lorca.

Como ser visto ante los ojos del pueblo puede más que el dolor. “Mi hija ha muerto virgen, mi hija ha muerto virgen”, decía con firmeza ante la mirada desconcertada e incrédula de las demás.

Implacabe y con una música tenebrosa de fondo, Bernarda Alba cerró el tercer y último llanto: “Y no quiero llantos. La muerte hay que mirarla cara a cara. ¡¡¡Silencio!!!”.

La casa de Bernarda Alba“, la obra que cuestiona las expectativas de la sociedad del siglo XX, en un montaje de Fidel López, sigue el 12 y 13 de abril en la Sala Manuel Rueda de la Escuela de Bellas Artes.

Créditos

Dirección María Castillo

Asistente de dirección Wendy Alba

Asistente de producción, Jesús Zapata

Regiduría, William Rodríguez y Amaury Esquea

Realización de escenografía, Skene Taller de Diseño

Diseño, sonido y musicalización, Milton Cruz

Iluminación, Ernesto López

Vestuario, María Castillo y Fidel López

Confección de vestuario; Melany Mijares

Maquillaje, Francis de la Cruz

Utilería, Jesús Zapata y Ricardo Reyes.

Boletas: Uepa Tickets, Fundación Sinfonía.

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