El Ateneo Insular celebra encuentro literario en Jarabacoa

En el encuentro analizaron obras de Miguel Solano y William Acevedo Fernández

En el encuentro analizaron obras de Miguel Solano y William Acevedo Fernández

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El Movimiento Interiorista del Ateneo Insular celebró su acostumbrado encuentro literario en Jarabacoa, el pasado mes de septiembre, cuando fue analizada la narrativa del escritor michense Miguel Solano y la creación poética de William Acevedo Fernández, vate vegano.

La actividad se inició, en la tanda vespertina del sábado, con el análisis a la novela Las lágrimas de mi papá, del autor Miguel Solano, a cargo de Mercedes Morales.

La escritora explicó que en esta novela «Miguel Solano narra su propia vida, sus experiencias desde los seis años de edad hasta terminar los estudios universitarios».

Dijo que en «Las lágrimas de mi papá se introduce una narrativa de corte poético vivencial y se relatan costumbres y tradiciones locales, de una colonia de caña, denominada San Miguel, en la región este del país, administrada por su padre, dueño de propiedades, muebles, inmuebles y semovientes».

Señaló que la obra «reposa en la vivencia de una civilización que se asienta en un conglomerado poblacional alternado en estratos: “los de origen, que obedecen a los estadios señoriales de las tradiciones españolas, se han vinculado en idiomas y costumbres con el criollismo republicano y estacional norteamericana, a la que se suman los inmigrantes haitianos, los de otras naciones árabes y los cocolos ingleses”.

Dijo que «El bien y el mal son dos aspectos que no se mezclan en la novela».

«Por su forma conclusiva, Miguel Solano es, a su manera, un reformador, plantea sus cuestionamientos atrevidos con libre albedrío y alerta del peligro de perder costumbres tradiciones y valores congénitos», destacó Mercedes Morales.

Enfoque de Rosario Candelier

Bruno Rosario Candelier, creador del Interiorismo, presentó un estudio titulado «La “razón poética” en Miguel Solano».

Expresó que «En la antigua Grecia había un solo género literario, ya que todo lo que se escribía era poesía, porque ellos tenían la concepción de que, al hacer uso de la palabra con un propósito estético, se estaba creando, y a la creación le llamaban poyesis, vocablo que alude a la poesía…».

Explicó el crítico literario que «Cuando el periodista describe un hecho, describe lo que ve; y lo mismo el historiador, que cuando cuenta lo que aconteció en el pasado, describe lo que ocurrió».

«Los primeros novelistas que nacieron en la cultura occidental fueron un desprendimiento de la historia, porque antes de que apareciera la novela lo que se escribía era historia», dijo.

Expuso que «además de una poética de la poesía, existe una poética narrativa o una poética de la novela, el drama, la crítica y el ensayo, sin caer en contradicción de términos o conceptos, ya que “poética” o “poesía” implica lo relativo a la creación literaria, que obviamente se trata de una creación hecha con palabras, que es una creación diferente de cualquier otra creación de la realidad real y, en tal virtud, forma parte de la realidad estética y la dimensión metafísica del lenguaje».

En este sentido, Rosario Candelier destacó: «Con la magia del creador que ausculta la dimensión inédita de fenómenos y hechos, enfocados desde la vertiente prístina de lo viviente, Solano emprende la escritura con el aliento de la ‘razón poética’ de quien se enfrenta por primera vez ante la fluencia natural de lo viviente desde el acontecer de las cosas y ocurrencias».

«En su condición de usuario del lenguaje y creador de obras de poesía y ficción, Solano cultiva la poética de la narración con la emoción del niño que habita en su interior y la madurez del adulto que fabula bajo el cauce de una creación narrativa en busca de la faceta entrañable del discurrir natural, antropológico y cultural de sus criaturas imaginarias», expresó.

Y agregó además: «Nuestro narrador aborda la conexión entre el hombre y la naturaleza, como buen poeta naturalista; entre el hombre y la realidad local, como buen autor criollista; entre la imaginación y la realidad, como buen creador mágico-realista; y entre la conciencia y la realidad, como buen creador interiorista, facetas que revelan el fuero de una poética narrativa fraguada con la estética de cuatro movimientos literarios conjugados armoniosamente».

Acerca del poeta Acevedo Fernández

Posteriormente, se hicieron análisis de obras del poeta William Acevedo Fernández, y en ese contexto Miguelina Medina expuso sobre «La creación y estética» del bardo.

«William Acevedo Fernández es un poeta de la paz», afirmó.

Explicó que «las abejas, símbolo de la acción sexual masculina en este contexto, es una metáfora maravillosa en femenino que el poeta utiliza para referirse a la producción masculina».

«Auscultar que las abejas puedan dejar de producir es algo hermoso y real porque a ellas las han representado como eternas trabajadoras, igual como se ha hecho sentir al hombre en su función reproductora», manifestó.

Indicó igualmente: «El poeta vio en ese “Otoño de las abejas”, además, la trascendencia del final de toda una vida productiva, pero visualizó también las nuevas abejas que germinarán y relevarán el bien de los designios divinos».

También expuso Luis Quezada Pérez., sobre la estética lírica de Acevedo Fernández.

«Estamos ante un escritor acelerado. En apenas 21 años (2002 al 2021) ha publicado 23 libros». Pienso que fue ese Cerro Santo, donde nació, que le dio visión de poeta. El sentido del autor es uno y el sentido de sus lectores es múltiple. A veces coinciden, otras no; lo importante es que la polisemia exprese una atención sincera y profunda al poema en cuestión, que le haga desentrañar nuevos sentidos o sentidos latentes los convierta en sentidos patentes», añadió.

«Pienso que la lírica de William Acevedo Fernández es poesía para ser rumiada. Uno la mastica, la ensaliva, la traga, pero solo cuando la devuelve y rumia es que comienza a saborearla y asimilarla; se necesita un nivel de auscultación para comprenderla… exige un lector rumiante», manifestó Quezada Pérez.

Análisis de Rosario Candelier

En su ponencia «La creación poética de William Acevedo Fernández, cauce estético, simbólico y sutil de una lírica interiorista», Rosario Candelier explicó que «William Acevedo Fernández vino al mundo con el don de la intuición poética».

«Enamorado de la palabra, cultor del arte de la creación verbal y creador de poesía, ha hecho de la lírica el fuero de su sensibilidad estética y el cauce de su inspiración creadora, que canaliza con atildado esmero y edificante sentido», dijo respecto al poeta Acevedo Fernández .

Manifestó que «Acevedo Fernández hace poesía con la dimensión estética de lo viviente»: «Inspirado en lo que la realidad contiene y sugiere, atrapa, mediante su sensibilidad empática, cuya virtud aprovecha los fluidos sensoriales y los efluvios suprasensibles, recrea sus manifestaciones intangibles y sutiles como un templo de lo viviente».

Expresó que el poeta «resalta la creación del mundo que es la creación de Dios y proclama el encanto de lo viviente que concita la atención de quienes tienen sentido para sentir, es decir, oídos para escuchar, ojos para ver, olfato para oler, gusto para saborear y tacto para acariciar con sus antenas corporales, que los creadores, al ser tocados por la sensorialidad de las cosas y al encabritarse sus sentidos con el encanto de lo viviente, testimonian lo que perciben».

«Son los poetas, como William Acevedo, quienes saben captar y enaltecer el fluir de lo viviente a la luz del sentido estético, como se puede leer en los versos de «laralá gris», que empabila las sensaciones sonoras atrapadas por la audición».

«Aquella canción/ que escuchó la tarde/ ya no existe/ ya se ha ido.// Aquella canción/ que danzó la tarde/ en su más dulce acorde,/ decían cosas tenues,/ golosinas imposibles de probar,/ yo la escuché/ y la observé también,/ cuando el cristal/ temía estallar,/ la tarde estaba ausente,/ cuando yo cantaba/ un laralá gris/ y bailaba, bailaba», citó Rosario Candelier un fragmento del poema «Azar de los eclipses»).

Agradecimientos

Al terminar las exposiciones, los escritores, cuyas obras fueron estudiadas, expresaron sus agradecimientos.

Miguel Solano dijo que cuando narra, no piensa que el lector después va a descubrir cosas, como tales.

“Pero cuando uno narra, lo que verdaderamente uno intenta lograr es que las acciones de los personajes se correspondan en un ciento por ciento con sus emociones, porque eso es lo que le da autenticidad a la verosimilitud. Si hay esa coherencia entre emociones y acciones de los personajes, la obra está lograda. Gracias a Mercedes porque realmente hay tres cosas ahí que yo no había visto, que las veo con los señalamientos que ella hace”, agregó.

También agregó: “Y mi enorme agradecimiento al Interiorismo por haberme enseñado algo que, verdaderamente, ha permitido ese juego de palabras en la descripción de los hechos, y es la conciencia de la lengua. Es una cosa que agradezco cuando me levanto, cuando me acuesto, cuando estoy almorzando, cuando tengo hambre, cuando estoy caminando bajo la lluvia… en todo momento».

Asimismo, William Acevedo Fernández dijo: «Mi agradecimiento para todos. Realmente para mí es como graduarme en la universidad de la literatura. Gracias, don Bruno, por recibir todos mis libros en todo ese tiempo, por su reconocimiento allá en La Progresista en el año 2019. Estoy muy muy contento, emocionado…”.

Recordó que se crió en el Santo Cerro y que procede de una familia que era muy pobre.

Además, expresó: “Recuerdo que, fugado, me subí a la azotea que está detrás del santuario y desde allá podía ver la inmensidad del valle de la Vega Real, totalmente verde. Y como nunca pude ir al mar, nunca fui al mar en una gira, ni en un viaje, mi anhelo era ver el mar. Lo veía en revistas, lo veía en los libros de las clases… Lo conocí después de los quince. Y en los últimos tres años escribí un libro que se llama Que el verde sea azul, y todos esos poemas están inspirados en esos momentos, en esa percepción, en esa mirada de anhelo de querer ver el mar, de pisar las arenas… Realmente era un sueño».

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