Una barriga llamativa – El Profe Show

Llegando casi a los ochenta he desarrollado una cintura llamativa por así decirlo. Todas mis camisas son extra grandes, tengo una barriga que compite con las de mis tíos ya desaparecidos. Siempre dije que las barrigas grandes son de personas que no se cuidan y que no les importa  su apariencia. He entrado a formar

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Llegando casi a los ochenta he desarrollado una cintura llamativa por así decirlo. Todas mis camisas son extra grandes, tengo una barriga que compite con las de mis tíos ya desaparecidos. Siempre dije que las barrigas grandes son de personas que no se cuidan y que no les importa  su apariencia. He entrado a formar parte de este selecto grupo. No tengo excusas y, cuando me veo en el espejo, me angustio un poco. Tengo la barriga de Tío Chino. Tío Chino era hermano de mi papá. Mi tío silencioso, de pocas palabras y de una paciencia y lentitud admirables. Cuando lo veía siendo niño, su tranquilidad, su seguridad, me daban la impresión de que nada le iba a arrebatar su paz. Sentía que era dueño de su tiempo y todo lo podía controlar. Heredé su figura, cuando me veo en el espejo lo veo a él (es una manera de justificarme).

He hecho varios esfuerzos para recuperar mi esbeltez perdida, pero todos fallidos. Una señora con la que me encontré en el supermercado me dejó caer que ya yo tenía la edad para verme como me diera la gana. ‘A los viejos ya nadie los mira y además’, y aquí soltó una risita cuando dijo, ‘esa barriga no es de pobre, hay una inversión en ella’. No hice comentarios. La señora, que apenas conocía, me preguntó si aún no había enviudado, le dije que no, que mi esposa estaba vivita y coleando y agregué que éramos hasta felices, declaración que le dio pie para maliciosamente, antes de mover su carrito entre las verduras,  dejar caer: ‘todos los hombres que como tú, a la edad que tienes, pierden la barriga hasta se tiñen el pelo y se creen que son unos jevitos. Quédate como estás que no tienes que gustarle a nadie’, y rápidamente desapareció entre las góndolas. ‘Viejo e’ viejo’ me repitió dos veces, entre berenjenas y tomates, ‘y aunque tú no lo creas, a los viejos cuando se ponen a presumir hacen el ridículo. Sigue con tu barriga feliz y contento’.

Eso me animó. La pena es que ya nada me queda bien, cuando abrazo la barriga cultivada me aleja cada vez más de aquellos a quienes quiero, en fin, estoy a punto de considerar una lipo para ponerme sexi. 

Otro amigo a quien quiero mucho me comentó, quizás para animarme, que las barrigas son señales de opulencia, de buena vida, ‘¿sabes lo que me ha costado mantener la mía?’.

-Cuando entro al club la gente me respeta -añadió entrecerrando los ojos.

-Todos mis ahorros están aquí -me casi grito, señalándose la suya, que debo reconocer deja a la mía en un pobre lugar.

Ahora me debato entre adelgazar y entrar en el renglón de ancianos atractivos o seguir siendo un gordito simpático, despistado, cuya barriga le impide moverse con agilidad y bailar bachata.

-¿Ustedes qué me aconsejan?

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