El tenor mexicano Ramón Vargas celebra 40 años de trayectoria

El laureado artista debutó en el Met de Nueva York como sustituto de nada más y nada menos que Pavarotti

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El tenor mexicano Ramón Vargas celebrará este fin de semana 40 años de trayectoria con una gala en el Palacio de Bellas Artes de la Ciudad de México. Vargas conversó sobre sus inicios en la música, su experiencia en grandes teatros como La Scala y el Met de Nueva York, así como la perspectiva que le ha dado toda esta historia en la música.

Nació en la Ciudad de México en 1960. Es el séptimo de nueve hermanos y en su familia no hay otros músicos profesionales, por lo que cree que lo suyo es “genético”. Su madre le contaba que desde muy pequeño le pedía cantar en fiestas. También recuerda haber escuchado a Jorge Negrete y Pedro Infante en la radio.

Cuando era un poco mayor ingresó al Coro de Infantes de la Basílica de Guadalupe, donde le hacía muy feliz la música gregoriana y la polifonía. Vargas se considera guadalupano y espiritual.

“Aunque no creo que la historia de la Virgen sea cierta”, dijo. “Fray Juan de Zumárraga fue el primer arzobispo de México y escribió sus memorias y en ninguna de sus memorias nombra a la Virgen de Guadalupe”.

A los 13 años ya no podía seguir en el coro, pero un par de años después, cuando tenía 15, vio su primera ópera: “Rigoletto”. Ya se preparaba para estudiar pedagogía cuando se reencontró con un maestro de la infancia que lo convenció de que le diera una oportunidad al canto a nivel profesional. Tenía 17 años.

En 1982 ganó el Concurso Nacional de Canto Carlo Morelli. Tras esto tuvo su debut en Bellas Artes en 1983 con el papel de Fenton en “Falstaff” de Verdi. Pero el verdadero salto lo dio en 1986 cuando se inscribió al Concurso Enrico Caruso de Milán. “Yo iba con la intención de medir mis fuerzas con chicos de mi misma edad y de otras latitudes”, dijo.

Ganó el concurso y, aunque no estaba planeado, se quedó en Europa. “La vida te va llevando”, señala.

La ópera era muy distinta entonces. No había tantos intérpretes latinoamericanos en los principales escenarios, tampoco había la facilidad de comunicación que hay con internet.

“Cuando yo me fui a Europa, el único cantante mexicano era Francisco Araiza, que hizo una gran carrera, pero no venía a cantar a México”, dijo. “Yo sí vine mucho a México y creo que eso también motivó para que otras generaciones (de intérpretes mexicanos) vinieran. Si Francisco abrió brecha, yo le puse asfalto a la carretera. Ahora se transita con muchos de mis compañeros y colegas”.

Como muestra, en 2012, alternó con el tenor mexicano Arturo Chacón-Cruz en La Scala de Milán en “Los cuentos de Hoffman”. “Eso es histórico, no ha pasado y no sé si pasará otra vez”, dijo.

Vargas debutó en el Met de Nueva York como sustituto de nada más y nada menos que Pavarotti. Era 1992. Estaba decidido a pasar Navidad en México porque llevaba años sin conseguirlo y le contó sus planes al barítono italiano Roberto Frontali. “Solamente si me llamase La Scala o el Metropolitan, no hay manera de que yo no vaya a México”, recuerda que le dijo.

Pavarotti había cancelado su participación en “Lucía de Lammermoor”. Frontali le recomendó a su agente a Vargas y a su vez su agente lo contactó con otro agente famoso que lo propuso en Nueva York.

“Un sueño guajiro, sinceramente”, recordó Vargas cómo sucedió. “Creo que estaba también un poco inconsciente yo. El teatro se la jugó con un joven… Eso me valió una colaboración por 25 años y más de 230 funciones”, agregó Vargas, quien tuvo una temporada 1992-93 en la que debutó en Viena, el Met y La Scala.

La figura de Pavarotti siguió rondando a Vargas, quien iba a ver al astro italiano como público.

“Siempre fue muy gentil conmigo”, dijo. “Se expresaba muy bien de mí; eso lo sé por varias personas. Yo le tenía una gran admiración; creo que Luciano Pavarotti ha sido la voz más importante de los últimos 100 años”.

Vargas también ha compartido escenario con grandes directores como Riccardo Muti y James Levine.

“Con Muti aprendí muchísimo, es un cerebral. Él a todo le da una razón lógica, musical o literaria. Levine era un grande, grande, te ayudaba, estaba contigo y buscaba cómo ayudarte; era un genio”, dijo Vargas quien destacó igualmente su colaboración con los mexicanos Enrique Diemecke, Sergio Vela y Gerardo Kleinburg.

“Los buenos directores de ópera aman las voces y si ellos aman las voces, van a buscar cómo respetarlas, van a buscar cómo ayudarlas”, apuntó.

Su más reciente grabación es “Il proscritto” de Saverio Mercadante, estrenada en 1842 y editada en 2022 bajo el sello Opera Rara. En esta ópera, Vargas interpreta al protagonista Giorgio Argyll, el tenor peruano Iván Ayón-Rivas a su rival Arturo y la soprano Irene Roberts a su esposa Malvina Douglas en un triángulo amoroso con tintes políticos en Escocia, durante el protectorado de Oliver Cromwell.

“La verdad es que es una ópera que valía la pena rescatar”, señaló Vargas. “Es una ópera muy actual. Ella tiene realmente una gran fuerza y decide decir la verdad… Qué difícil, ¿no? Imagínate en esa época, fue una ópera de shock”.

Por ahora Vargas no tiene planes de lanzar nuevos álbumes propios. Es escéptico de la lógica comercial de la era del streaming. “Es muy difícil, ha cambiado mucho el mercado, además todo se lo piratean”, dijo.

Tampoco es un adepto a la tendencia actual del “Regietheater”, la práctica moderna que permite al director libertad para idear la forma en que se representa una ópera. A Vargas le parece que puede llegar a ser excesivo que algunos directores de escena tomen las riendas por encima del canto en la ópera.

“Nosotros somos la única profesión que estamos en manos de amateurs, porque si hay alguien que sea un director de hospital, al menos es médico, o un director de un banco es un economista. Nosotros somos profesionistas del canto y los responsables son muchas veces todo menos músicos”, dijo. “Los directores de escena son directores de escena, pero no son directores de ópera; no entienden de voces, no saben cómo formar un elenco adecuado”.

Donde sí le gusta experimentar es en el repertorio, no quedarse ni con un solo autor ni con una tendencia. Ve a los autores como “viejos amores”, algunos se quedan toda la vida, otros no, como Rossini a quien casi ya no canta. Edgardo de “Lucía de Lammermoor” de Donizetti es su rol favorito porque le hizo debutar en el Met y lo presentó en Nápoles, Palermo, Viena, Berlín.

“Pero el que más amo para cantar es Verdi; ya canté 20 roles de Verdi, hay roles que no voy a poder cantar nunca, como Otello; no es para mí… porque es una ópera muy dramática y yo no tengo esas características”, dijo. “Lo importante para un artista es reconocer tus limitaciones”, sentenció. “Hay que ser muy listo para decir sí o no”.

Recientemente, se estrenó en el rol de Don José en “Carmen” y con “Norma” de Bellini. Dice que su próxima ópera a debutar, en un par de años, es “Lohengrin” de Wagner. “La voy a empezar a estudiar porque es una obra muy complicada”, dijo.

Cuando no está ensayando, le gusta jugar ajedrez, pero dice que ahora lo toma con más mesura.

“Me enfermaba perder y me enfermaba haberme equivocado”, apuntó. “Dejé de jugar porque dije ´ya me estoy volviendo loco, me preocupa más el ajedrez que cantar´”.

Para la gran gala del domingo en Bellas Artes, en la que presentará obras de Mozart, Verdi y Puccini, entre otros autores clásicos, con la Orquesta del Teatro de Bellas Artes, bajo la dirección de Iván López-Reynoso, invitará a su amiga la soprano mexicana María Katzarava y a los jóvenes del Estudio de la Ópera de Bellas Artes, del que es fundador Vargas.

“Creo que vamos a hacer una buena química, porque a cantar se aprende en el escenario”, dijo sobre los jóvenes. “La verdad pasa en el escenario, es ahí que sale quién es quién. Como los buenos toros… en términos taurinos le llaman crecerse al castigo”.

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