Otra mujer no es tu competencia

Tal vez has escuchado estas frases: “Siempre me he llevado mejor con los varones. Son más nobles, no son chismosos”, “Tenía que ser una mujer”, “Ella se lo buscó por vestir así”, confirmando el refrán; “el peor enemigo de una mujer es otra mujer”. Qué triste es sentir el peso despiadado de las críticas, la

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Tal vez has escuchado estas frases: “Siempre me he llevado mejor con los varones. Son más nobles, no son chismosos”, “Tenía que ser una mujer”, “Ella se lo buscó por vestir así”, confirmando el refrán; “el peor enemigo de una mujer es otra mujer”. Qué triste es sentir el peso despiadado de las críticas, la competencia o incluso las malas intenciones de otra mujer. Nosotras mismas hemos dejado que la envidia, la inseguridad y un aprendizaje misógino sobre lo que es o no es una mujer, no nos permitan ser un apoyo y soporte para que otras mujeres se sientan seguras.

Hemos sostenido creencias que nos han enseñado, como que las mujeres somos manipuladoras, débiles, tontas, sin carácter, irracionales, enfermizamente ambiciosas y sin capacidad de liderazgo. Por supuesto, lo aprendimos socializando, en nuestro día a día, en la familia, la escuela, en el barrio, en conversaciones entre amigas, en la televisión, en los libros, en las redes sociales. Toda una cultura aprendida sin querer, formando nuestra personalidad y moldeando nuestra forma de pensar y actuar para hacernos mucho más infelices.

Qué bueno sería que practicáramos la sororidad: esa amistad entre mujeres que se cuidan y se protegen entre sí, qué grandioso sería poder levantarnos unas a otras, celebrar nuestros logros y apoyarnos en tiempos difíciles, en lugar de competir y humillarnos. Cuando una de nosotras triunfa, todas nos beneficiamos.

Que te parece si empiezas a pensar en las mujeres como tus amigas y hermanas, creadas con dignidad y respeto. La vida no es una competencia, aprender a querernos y aceptarnos como somos es la vía para dejar de odiarnos y vernos como enemigas. Quererse y aceptarse es el primer paso para empatizar y dejar de odiar.

Inspira a otras mujeres a perseguir sus sueños y a desafiar los límites impuestos por la sociedad. Cuando nos apoyamos mutuamente, nos convertimos en agentes de cambio y nos acercamos un paso más hacia un mundo más igualitario y justo para todas. Juntas somos más fuertes.

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