¿Es tu pareja o tu hijo? Rompiendo las cadenas de la sobreprotección amorosa

Imagina que estás en una relación donde tú haces de todo: decides qué se come, cuándo se lava la ropa y hasta cómo tiene que sentirse tu media naranja. Podría sonar a que eres el dueño del circo, pero la realidad es que te has convertido, sin querer, en el papá o la mamá de

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Imagina que estás en una relación donde haces de todo: tú decides qué se hace, cuándo se lava la ropa e incluso cómo debe sentirse tu otra mitad. Podría parecer que eres el dueño del circo, pero la realidad es que sin querer te has convertido en el papá o la mamá de tu pareja. Sí amigos, hablamos de cuando el cariño va demasiado lejos y acabamos tratando a nuestra pareja como si fuera nuestro hijo. Esto no sólo es extraño, sino que también es peligroso para el amor y el respeto entre dos adultos que se supone que están en el mismo nivel jerárquico.

Seamos claros: si constantemente le dices a tu pareja cómo vestirse, qué comer, con quién salir o lo regañas como si se hubiera saltado su toque de queda, algo no está funcionando. Se llama “parentificar“, es un patrón de conducta en el que uno de los miembros de la pareja asume un rol paternal hacia el otro, comportándose más como un cuidador o protector que como un igual.

Ahora bien, ¿por qué sucede esto? A veces, porque uno de los dos se siente más seguro mandando que hablando, problemas de autoestima, miedo al abandono, en ocasiones, cuidar al otro nos hace sentir más necesitados y menos solos. Pero seamos honestos, ¿quién quiere vivir con alguien que te controla hasta en cómo te cortas el pelo?

Si esto le suena familiar, es hora de cambiar el guión. Para empezar, comprende que tu pareja no es un proyecto de manualidades ni un niño perdido en el supermercado. Es un adulto que puede (y debe) tomar sus propias decisiones. Entonces, si te encuentras diciéndole por enésima vez cómo vivir su vida, respira hondo y repite este pensamiento: “Espera, no soy su jefe”.

El comunicación es clave. En lugar de dar órdenes, pruebe con sugerencias. En lugar de criticar, comparte cómo te sientes. Y, por supuesto, permite que tu pareja haga lo mismo. Un “hablemos” siempre será mejor que un “haz esto”. Y si el hábito de ser el superhéroe o la heroína de tu pareja es fuerte, buscar ayuda profesional no es una derrota. Ir a terapia puede ayudarle a superar esta lucha de poder.

Al final, recuerda que, en una relación sana, ambos se cuidan, ambos se respetan y, lo más importante, ambos se dejan ser. No hay nada más cachondo que una pareja de dos adultos que confían el uno en el otro, se dan su espacio y se apoyan sin tener que ir de la mano al baño. Entonces, ¡libérate y déjate ser!

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