Visita al mercado – El Profe Show

Quizás por la proliferación de supermercados en las ciudades, y hasta por la facilidad de hacer las compras en línea, los que vivimos en entornos urbanos estamos perdiendo contacto con los mercados de toda la vida.Y así, hace unos días, con unos compañeros de trabajo y una guía llena de energía y cosas verdes, llegamos

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Quizás por la proliferación de supermercados en las ciudades, y hasta por la facilidad de hacer las compras en línea, los que vivimos en entornos urbanos estamos perdiendo contacto con los mercados de toda la vida.

Y así, hace unos días, con unos compañeros de trabajo y una guía llena de energía y cosas verdes, llegamos un sábado en la mañana al mercado de la Ciudad Ganadera. Siendo sincera, tenía décadas sin visitar un mercado, influida quizás por prejuicios y con la cabeza llena de imágenes de espacios sucios, sin orden y sin ningún tipo de supervisión. ¡Qué buena sorpresa nos llevamos!

El mercado de la ciudad ganadera es un espacio vibrante, organizado, con puestos claramente identificados y con vendedores amables que conocen su producto y del servicio a sus clientes. Te reciben con una sonrisa y te permiten tocar y preguntar todo lo que quieras. En los puestos de vegetales y frutas, muchos de ellos te ofrecen los productos pelados y cortados sin costo adicional. ¡En algunos aceptan tarjeta de crédito!

Con las carnes me llevé la mayor de las sorpresas. El que está acostumbrada a verla cortada y colocada asépticamente en un platito de foam, a lo mejor cree que los animales tienen forma plana. Aquí las piezas están casi completas y las cortan para ti, a tu gusto. Y sí, es limpio, para los que se imaginan un matadero lleno de moscas en mitad de la nada.

Pasar por los puestos de frutas me llenó de nostalgia. Tenía siglos sin ver toronjas y guayabas criollas, mamones y nísperos en su punto de maduración y en su temporada de cosecha. Compré hasta manzanas de oro, acojoladas, como me gustan. Zapotes y granadillos listos para batidas y guanábanas para champolas. Un viaje a los sabores y los olores de mi niñez y al patio de mis abuelos.

Aproveché el paseo y compré un suaper y montón de especias, más 100 pesos de bicarbonato que no me cabía en el pote. Al final del recorrido, conocimos Huertoland, en un ladito del mercado, y con sus propietarios aprendimos de huertos caseros y sustratos y de la importancia de cuidar la naturaleza que nos ha dado todo. Todo en un solo lugar, bajo un mismo sol y en una misma mañana.   

Los que venimos de pueblo sabemos lo importante que era el mercado para la economía y el comercio local y entre provincias. Era un espacio colocado estratégicamente para convertirse en un lugar de encuentros de todo tipo, entre compradores, productores, intermediarios y consumidores. Se hacían negocios grandes y pequeños con un apretón de manos.

Mi abuelo Miguel Tejada trabajó muchos años comprando y vendiendo artículos en el mercado de Moca, nuestro pueblo natal. Lo recuerdo cargando su camioneta verde de maíz, café y otros rubros agrícolas y regresando cuatro días después de San Juan de la Maguana, Hato Mayor del Rey o Higüey, con sacos llenos de habichuelas y otras leguminosas. Cuando lo ponía loco preguntándole cosas y no lo dejaba escuchar sus noticias de la Voz de los Estados Unidos de América, me subía a la cama de la camioneta para que me entretuviera sacando los granitos de habichuelas que quedaban en el piso o contando gorgojos que nunca encontré. Sus grandes amigos, compadres de toda la vida, eran comerciantes del mercado. Eran gente seria, sacudía y medía por buen cajón.

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La modernidad ha ido dejando los mercados de pueblo en desuso y muchas alcaldías los han dejado en el abandono, privando a los locales de acceder a alimentos en mejores precios y condiciones que los que venden en grandes cadenas. Y debemos recuperar esos espacios y aprovechar sus múltiples ventajas, incluyendo las del bolsillo.

En nuestro caso, la experiencia nos sirvió para para convertir esta aventura en el mercado en una actividad sostenible, prescindiendo de fundas plásticas y llevando nuestros potes, cantinas y envases reutilizables para colocar las compras. Una actividad de triple impacto con la que apoyamos a los pequeños productores, consumimos productos locales a excelentes precios y no contaminamos. En temas de calidad, precio y eficiencia fue un ganar- ganar.

Esta es una invitación a que revisites el mercado de tu comunidad y que pruebes otras formas de comprar más sostenibles y convenientes. Si te gusta, vuelve y comparte la información. En esta economía hay espacio para todos. No dejes a los más pequeños fuera.

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