De viaje por El Salvador

Aprovechando el feriado del Día de la Constitución, mi amiga María y yo nos fuimos de un brinco a El Salvador. Conseguimos un especial de una aerolínea local y, mochila al hombro, nos embarcamos en un viaje corto, pero sin desperdicios a un destino históricamente olvidado por nosotros. El Salvador es la joya escondida de

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Aprovechando el feriado del Día de la Constitución, mi amiga María y yo nos fuimos de un brinco a El Salvador. Conseguimos un especial de una aerolínea local y, mochila al hombro, nos embarcamos en un viaje corto, pero sin desperdicios a un destino históricamente olvidado por nosotros.

El Salvador es la joya escondida de Centroamérica. Por mucho tiempo solo escuchamos cosas malas y peores de este pequeño país de apenas 21 mil kilómetros cuadrados y siete millones de habitantes. Después solo escuchamos de Bukele, su presidente, determinado a que la gente lo conozca. Debo confesar que cada descubrimiento me dejaba con la boca abierta.

Tuvimos guías maravillosos. A Marta, Abel y a Mario los conocimos en un viaje anterior e intercambiamos contactos con los abrazos de despedida. Cuando los contactamos para pedir referencias de hoteles y lugares para una eventual visita, se pusieron a la orden para recibirnos. No nos permitieron reservar en ningún otro lugar que no fuera su casa. Nos recibieron y nos trataron como reinas.

Luego de pasar por un moderno aeropuerto con una exhaustiva Migración, te recibe un paisaje verdísimo con árboles por doquier. El clima es exactamente igual al nuestro, salvo que la niebla aparece y desaparece a diferentes alturas. Y la gente es maravillosa. Cálida, contenta, servicial, hospitalaria. Todos tienen muy presente su pasado común, la violencia y las maras, pero decididos a disfrutar una nueva y merecida libertad.

Desconocía la gran cantidad de volcanes que atraviesan el país, algunos técnicamente activos, la presencia de tesoros prehispánicos que retratan la cotidianidad del pueblo maya que habitaba la zona, perfectamente preservados y asequibles para todo público. 

Escalar un volcán tiene su encanto y más cuando pasas de 50 y tus rodillas suenan cada mañana. No recuerdo cuál tramo fue peor, si la subida o la bajada al Ilatepec, el más alto de El Salvador, pero poder ver con estos ojos un cráter, apreciar la belleza del paisaje infinito, las vistas del lago Coatepeque y de los volcanes Izalco y Cerro Verde hasta la costa del Pacífico y poder contárselo a mis lectores, no tiene precio. Es una experiencia que vale la pena intentar por lo menos una vez en la vida. En El Salvador y en Centroamérica en general, muchas personas tienen esto de hobby y coleccionan volcanes como otros monedas o postales

Sin pretender ser “influencer” de viajes, quiero compartir con ustedes mis experiencias en ese país maravilloso.

  • Espera sorpresas: El Salvador está lleno de ellas. Ve con los ojos y el corazón abierto para disfrutar, aprender y vivir nuevas experiencias.  Su moneda es el dólar americano y todos los precios también, pero es un destino relativamente barato y todo queda cerca. Te das cuenta de que el país está en un proceso de modernización y apertura al mundo por lo que un turismo responsable y sostenible los puede ayudar mucho. 
  • No dejes de subir un volcán.  Hay muchos de ellos, con diferentes niveles de dificultad.  Aunque algunos volcanes se pueden subir solos, es preferible que vayas con guía.  Son gente seria y el precio es muy económico.  Es una experiencia que vale cada piedra.
  • Prueba la comida.  Al salvadoreño le encanta el plátano maduro, la crema de leche, los chicharrones de cerdo, la sopa de gallina y las pupusas.  Estas últimas se consideran el plato nacional y son similares a una tortilla mediana a base de maíz con diferentes rellenos, siendo los más típicos los de frijoles, ayote, queso, o flor de loroco.  Algunos de estos ingredientes son desconocidos para los dominicanos, por eso insisto en la importancia de abrir el paladar a nuevas sensaciones y texturas.  Cuando nuestros anfitriones nos devuelvan la visita se llevarán una sorpresa con la versatilidad del plátano verde, un perfecto desconocido para ellos.
  • Empápate de su historia. Las “Joyas de Cerén” son un complejo prehispánico que cuenta la vida cotidiana de un pueblo agrícola maya de 1350 años de antigüedad perfectamente conservado, declarado por la Unesco Patrimonio de la Humanidad.  No muy lejos también admiras una pirámide de unos 13 metros de altura erigida con roca volcánica en el sitio arqueológico de San Andrés, perfectamente conservado y cuidado, con tramos accesibles para personas con discapacidad física.
  • Disfruta la gente, el entorno y los atardeceres.  En San Salvador debes pasear por el centro para encontrarte que la Catedral, donde descansan los restos del cardenal Oscar Arnulfo Romero, está puerta con puerta con el Palacio Nacional. Fue en el único lugar donde vimos policías y estaban al servicio de las Misses que comenzaban a llegar para el concurso. Hay mucho que ver y conocer, pero si puedes llegar al mar, hazlo al atardecer.  El sol se viste de anaranjado, azul y rojo antes de desaparecer en el Pacífico, dejándote sin aliento. 
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El Salvador fue una hermosa experiencia que vale la pena disfrutar y repetir. Nos llevamos la mejor de las impresiones y el deseo de que mucha gente se anime a conocerlo.  No se arrepentirán.

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