¡Tiempo de mango! – El Profe Show

Cuando el calor y los mosquitos tienen a uno sin sitio, la idea de saber que hay media docena de mangos esperando por nosotros en la cocina, para comérnoslos con poca ropa, embarrados hasta los codos y con un abanico enfrente, trae una sonrisa al sudoroso rostro.¡Gracias a Dios es tiempo de mango! Han llegado

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Cuando el calor y los mosquitos tienen a uno sin sitio, la idea de saber que hay media docena de mangos esperando por nosotros en la cocina, para comérnoslos con poca ropa, embarrados hasta los codos y con un abanico enfrente, trae una sonrisa al sudoroso rostro.

¡Gracias a Dios es tiempo de mango! Han llegado para endulzarnos la vida y refrescarla en batida.

Contrario a lo que pueden pensar los banilejos, esta fruta olorosa, riquísima, tan nutritiva y apreciada por nosotros, nos llega desde la India. Se conoce desde hace más de 4,000 años y su nombre científico alude a su origen: Mangífera índica.

En la América tropical encontró suelo propicio para crecer y a través de cientos de generaciones, la naturaleza se encargó de ir adaptando y permitiendo que las mejores variedades tuvieran supremacía. El hombre, con su intervención directa, se encargó de reproducir las variedades que tuvieran más masa, menos fibra y mejor sabor.

Nutricionalmente hablando, pocas frutas se le comparan como excelente fuente de nutrientes, vitaminas y minerales: vitamina A para la vista, vitamina C para la piel y para prevenir infecciones; fibra para combatir el estreñimiento. Además, vitamina E, hierro y potasio. Yo le digo “el matavirus”.  El que come mangos, no se enferma, aunque puede notar cierto distanciamiento social en los botones del pantalón pasada la temporada.

Porque ya ha llegado leyendo hasta aquí, vamos a entretenernos nombrando algunos de los mangos más conocidos en nuestro país, ojalá le evoque más de una sonrisa y un bonito recuerdo de algún “maroteo” furtivo en el campo: el Banilejo, que es el rey de los mangos criollos, chiquito, dulce y de poca fibra; el Mameyito, de la zona del Cibao, también llamado “24 horas”, es un mango que hay que comer bien maduro porque es difícil de digerir. También famoso el “Yamaguí” (viene del francés Jean Marie), muy popular en pueblos de la frontera.

El Vizcaíno, que “ajuma” si se comen más de dos; el “asunto” de toro, que recibió su nombre por su peculiar parecido con aquello; el “gota de oro” y “gota de miel”; el “guerrero”, de los más abundantes; el “chivito”, el “cilindro”; el mango “coronel”, que se da en matas grandes; el “pechito”, porque asemeja un pecho de paloma.  El mango “de a libra”, por su tamaño y peso.

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Seguimos con el “Maracatón” también llamado “mango tetera”, porque cuando se aplasta el jugo sale como en biberón; el mango “Puerto Rico”, que es de los más comunes y es el más usado para jugos; el “zumoso”, que sabe a trementina; el “gusanoso”, que por el nombre debe ser delicioso, aunque se usa para comida de cerdos; el mango “Rosita”, que hay que cortarlo con cuchillo, porque pelado al diente hace roncha.

El “Colón”, y los denominados “Gusto-abajo” y “punta-dulce”, vaya a usted a saber por qué.

El mango dominicano, que no distingue clases sociales, tampoco conoce fronteras. Cada año crece la exportación de este producto que lleva la alegría y el sabor del Caribe a otras latitudes.  Y aunque hay provincias que reclaman tener los mejores ejemplares, lo único que nos importa es que haya suficiente para comer a mano, hacer batidas, preparar postres, salsas o tratamientos para el pelo. 

A los dominicanos nos gusta tanto que le hemos dedicado décimas, canciones y cuentos por docenas. Esta es una de mis preferidas: “Los mangos dizque hacen daño según los facultativos; si el mango fuera dañoso ya nadie estuviera vivo”.

Y a ti, ¿también te gusta el mango bajito?

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