Partir de cero

Todos los días podemos comenzar de nuevo. Conozco personas a las que la vida les ha golpeado para dejarlas tiradas a esperar que pase La Parca, pero que sin embargo han encontrado la forma de reinventarse y, recogiendo los pedazos de su vida, como quien aprende a coser jirones, han comenzado de cero. Son personas admirables

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Todos los días podemos comenzar de nuevo. Conozco personas a las que la vida les ha golpeado para dejarlas tiradas a esperar que pase La Parca, pero que sin embargo han encontrado la forma de reinventarse y, recogiendo los pedazos de su vida, como quien aprende a coser jirones, han comenzado de cero.

Son personas admirables con una humildad increíble. Son incapaces de tomar el mérito por sobrevivir. En cualquier caso, prefieren dar la gloria a Dios o agradecer a las escasas personas que, en su momento, y a pesar de las circunstancias, les tendieron la mano.

En algunos momentos se sintieron como los leprosos aquellos. Todas las puertas se cerraron, a veces ni siquiera los querían saludar o reconocer su existencia, persistieron en recomponerse y salieron adelante con bríos, con ilusiones y con esperanza.

Quienes han estado en esas situaciones comentan que lo más difícil de hacer es perdonar. Perdonar a personas que abusaron de su confianza, que los hirieron más allá de las palabras. A los que estaban supuestos a estar de su lado y en su lugar, les dieron la espalda.

Pero más difícil aún es perdonarse ellos mismos.  Entender que fueron confiados, vulnerables, ciegos ante situaciones que pudieron prever pero que no fueron capaces de detectar a tiempo las señales. 

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Perdonar para sanar fue posiblemente lo más difícil que tuvieron que hacer para proseguir con sus vidas, para volver a confiar y amar de todo corazón. Para no albergar resentimientos ni amarguras.  Para cerrar ciclos y soltar amarras. Para lidiar y vivir el duelo. Para recorrer más liviano el camino que anticipaban por delante.

De todas las caídas hay aprendizajes. Se aprende de uno y de los demás.  Se aprende del entorno y de las circunstancias. El peligro es quedarse en la caída y no asumir el conocimiento que te hace ver y hacer las cosas de otra manera.

Las mujeres más fuertes y exitosas que he conocido han comenzado de cero. Y no ha sido su elección. Desde el piso han visto hacia arriba y los retos parecían insalvables. 

Pero han vuelto su mirada hacia adentro y encontraron una fuerza increíble que surgía a borbotones.  Sus circunstancias parecían imposibles, pero avanzaron poco a poco. A veces con ayuda, a veces sin ella, pero no pararon. Cada paso era una victoria. Cada victoria un agradecimiento

Al mirar atrás hay aceptación y gratitud. No hay víctimas ni culpables. Si hay algún arrepentimiento, fue no haber realizado suficientes actos de servicio o no haber acompañado a otros a caminar hasta verlos llegar sanos y salvos a su propio lugar. 

En el camino se prueba la fe y la templanza, se descubren dones y se afianzan relaciones.  En el camino se aprende a caminar a su propio ritmo sin juzgar el ritmo de otros.

Cuando tengas que partir de cero piensa que has recibido una oportunidad de hacer las cosas diferentes con un conocimiento que antes no poseías. 

Que hay una fuerza en ti que desconocías y que te va a llevar a lugares extraordinarios.  Partir de cero a veces es una bendición disfrazada.  Yo lo sé, por eso puedo decirlo.

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