Una burla imperdonable

Supongo que muchos de los lectores de Listín Diario se sorprendieron al enterarse de que, en Luperón, provincia Puerto Plata, según el último boletín de la Junta Central Electoral ( JCE ), nadie votó por Dancis Ureña Williams , candidato a Alcalde por el Partido Esperanza Democrática (PED). Nadie votó por Ureña Williams, incluido el

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Supongo que muchos de los lectores de Listín Diario se sorprendieron al enterarse de que, en Luperón, provincia Puerto Plata, según el último boletín de la Junta Central Electoral (JCE), nadie votó por Dancis Ureña Williams, candidato a Alcalde por el Partido Esperanza Democrática (PED). Nadie votó por Ureña Williams, incluido el propio candidato.  Al principio lo tomé como un hecho curioso digno de cualquier obra de ficción; pero al reponerme de la sonrisa que me provocó la reseña, caí en cuenta de que, al margen de la ridícula situación que pudo haber inscrito a Dancis Ureña Williams en el Guinness World Records 2024, ese triste “récord” del candidato del PED es, más que burlesco, fraude e insulto a la JCE y al pueblo dominicano.

Una befa que no debe no debe naturalmente pasar desapercibida sobre todo cuando leemos las declaraciones que el “candidato” diera el 22 de febrero a Listín Diario: “[Ureña] Williams”, escribe el redactor de la reseña, “establece que Salvador Amézquita, un amigo suyo, inscribió su candidatura al cabildo por el Partido Esperanza Democrática (PED), que preside Ramfis Domínguez Trujillo sin su autorización, aunque luego se dispuso a trabajar en la política. Sin embargo, al no recibir fondos para trabajar en la campaña, según explica, soltaron eso“. Declaraciones suficientes para que la JCE despoje de su condición de partido reconocido al PED y proceda, como lo estipula la ley persiguiendo civil y penalmente a los dirigentes del supuesto Partido Esperanza Democrática.

Unos días después de los comicios del 18 de febrero, la JCE rechazó el recurso de amparo de “Trujillo, el chiquito” y ratificó su decisión de noviembre de 2023 de no aceptar, como prevé la Constitución dominicana, su candidatura a la presidencia de la República en los comicios de mayo de 2024 porque es norteamericano y no ha renunciado a su nacionalidad por ius soli; sin embargo el nieto del dictador insiste y persiste en su candidatura a pesar de que la Constitución dominicana estipula en el párrafo del artículo 20: “Las dominicanas y los dominicanos que adopten otra nacionalidad, por acto voluntario o por el lugar de nacimiento, podrán aspirar a la presidencia y vicepresidencia de la República, si renunciaren a la nacionalidad adquirida con diez años de anticipación a la elección [GPC] y residieren en el país durante los diez años previos al cargo”. No sabemos quién le ha hecho creer a Domínguez Trujillo que se puede salvar ese sólido obstáculo constitucional. La JCE, recordemos, en una marcada desconsideración a las víctimas de las atrocidades de la dictadura de Trujillo, reconoció, en 2023, al PED que dirige el nieto del dictador.

El Partido de la Esperanza Dominicana (PDE), como todo el mundo sabe comenzó funcionando como una empresa comercial para poder tener pignon sur rue en Estados Unidos cuando el pleno de la JCE resolvió, sin medir las consecuencias, darle al PED categoría de partido. Irrespetuosa resolución que obligó al PED a presentar candidatos en las municipales de febrero 2024. Candidatos improvisados en diferentes demarcaciones del país, en particular algunos regidores en Santo Domingo Norte, Este, Oeste y en el Distrito Nacional. Fue así como Dancis Ureña Williams resultó, sin saberlo, candidato a alcalde del PED en Luperón, Puerto Plata, que ni él mismo se atrevió a auto sufragarse y ¡vaya usted a saber por quién votó!

Más que desafortunado y ridículo, el “candidato” Ureña Williams pone en evidencia la improvisación de los dirigentes del PED que no se dan cuenta que Trujillo, el dictador, ya no tiene arraigo en el elector dominicano y ha pasado a ser uno de los temas favoritos para novelistas nacionales y extranjeros, verbigracia Marcio Veloz Maggiolo y Mario Vargas Llosa que desean mostrar cómo el miedo y la abyección llevó a muchos dominicanos a aceptar y colaborar con una de las dictaduras más crueles, perversa y corrupta de América Latina.

Domínguez Trujillo se ha autoconvencido, como han escrito muchos turiferarios de la dictadura, de que su abuelo goza de una “nostalgia” que se repite cada vez que repunta la criminalidad. Esa nostalgia por un gobierno de “mano dura” se traduce por “¡aquí lo que falta es un Trujillo para acabar con la delincuencia!” Domínguez Trujillo no se da cuenta de que se trata de una manera del pueblo expresar su impotencia ante la cada vez más incontrolable delincuencia propia de las grandes ciudades como la megápolis que ha devenido la capital dominicana. Esa impotencia ante la inseguridad ciudadana no es más que una queja. ¡Queja no es nostalgia!

La historia decía Stephen Dedalus, el personaje central de Ulises de James Joyce: “es una pesadilla de la que no podemos despertar”. La dictadura de Trujillo es una pesadilla y no podemos olvidarla para que no nos suceda como a aquel personaje del cuento de Augusto Monterroso que cuando despertó “el dinosaurio todavía estaba allí”.

El Partido Esperanza Democrática que lidera Domínguez Trujillo se fundamenta en el supuesto arraigo que todavía hoy, más de seis décadas después de la caída de Trujillo, pervive en el pueblo dominicano. Trujillo es un episodio funesto de la nuestra historia que alimenta la imaginación de novelistas en busca de comprender cómo pudo ser posible semejante dictadura

“[Ureña] Williams”, escribe el redactor de la reseña, “establece que Salvador Amézquita, un amigo suyo, inscribió su candidatura al cabildo por el Partido Esperanza Democrática (PED), que preside Ramfis Domínguez Trujillo sin su autorización, aunque luego se dispuso a trabajar en la política. Sin embargo, al no recibir fondos para trabajar en la campaña, según explica, soltaron eso“. Declaraciones suficientes para que la JCE despoje de su condición de partido reconocido al PED y proceda, como lo estipula la ley persiguiendo civil y penalmente a los dirigentes del supuesto Partido Esperanza Democrática.

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